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Resonancias en el Portal de la Palabra

La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado  
                                                               Alejandra Pizarnik
 
El pájaro se ha vuelto palabra
y se ha nombrado.
La palabra se ha vuelto destino
y se ha cumplido.
El destino se ha vuelto infinito 
y ha terminado.
El infinito ha vuelto a ser jaula
y se extraña a sí mismo.
La jaula que supo ser pájaro
yace ahora quieta.
El pájaro que había volado
espera volver a ser palabra.
La palabra que había sido nombrada
sólo quiere existir.
                                 
                                  Milagros King
 
                                  En "(queda entre nosotros)",
                                      editorial Tierra Firme, Buenos Aires, 2006.
                                      Con el respaldo del Fondo Nacional de las Artes.
                                      Edición a cuidado de José Luis Mangieri.
                                      Arte de tapa por Adolfo Nigro.
 
 
 


                                              

 
 
 

 

 

Recuerdo por los que olvidan

el saber me hace secreto
la luz fija sus reinos

los nombres son conjuraciones
la inmensidad me colma
como un río a un vaso

 

de aquí sigo los caminos arteriales del agua
en la cascada hay tantos rumores
como torrentes cayendo a diferentes ritmos

de allá donde soy ahora está oscuro
los seres que amo
están encerrados por la noche

el día va del rojo al blanco
aquí veo la luz nítida
de la divinidad que entra al templo

                                                 

                                                   Homero Aridjis

 

                                                  En "Los espacios azules" (1969)

 

 

 

                 GNOSIS

 

"...donde abunda la sabiduría abunda el disgusto

                       y quien añade ciencia, añade dolor."

                                                                Eclesiastés 1:16

 

Sin pausa esa marca invisible

grabada en lafrente

sangra y te corroe

 

ningún Dios ahora se interpone

entre la vanidad de ser

y tu desesperanza

ni te protege ya

la sombra mediadora de los ángeles

 

sólos

y el estigma interior

 

en el exacto vórtice de la nada

 

                                 

                                                 Carlos Spinedi

 

                                                En "Sombra de Dios y otros poemas" (2000)

 

 

 

Canción de la niñez 

 

 

Cuando el niño era niño,

andaba con los brazos colgando,

quería que el arroyo fuera un río,

que el río fuera un torrente,

y este charco el mar.

 

Cuando el niño era niño,

no sabía que era niño,

para él todo estaba animado,

y todas las almas eran una.

 

Cuando el niño era niño,

no tenía opinión sobre nada,

no tenía ningún hábito,

frecuentemente se sentaba en cuclillas,

y echaba a correr de pronto,

tenía un remolino en el pelo

y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

 

Cuando el niño era niño

era el tiempo de preguntas como:

¿Por qué yo soy yo y no soy vos?

¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?

¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?

¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?

Lo que veo oigo y huelo,

¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?

¿Existe de verdad el mal y gente que en verdad es mala?

¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,

no fuera antes de existir;

y que un día yo, el que yo soy,

ya no seré más éste que soy?

 

Cuando el niño era niño,

no podía tragar las espinacas, los porotos,

el arroz con leche y el coliflor.

Ahora lo come todo y no por obligación.

 

 

Cuando el niño era niño,

despertó una vez en una cama extraña,

y ahora lo hace una y otra vez.

Muchas personas le parecían bellas,

y ahora, con suerte, sólo en ocasiones.

Imaginaba claramente un paraíso

y ahora apenas puede intuirlo.

Nada podía pensar de la nada,

y ahora se estremece ante ella.

 

Cuando el niño era niño,

jugaba abstraído,

y ahora se concentra en cosas como antes

sólo cuando esas cosas son su trabajo.

 

Cuando el niño era niño,

como alimento le bastaba una manzana y pan

y hoy sigue siendo así.

 

Cuando el niño era niño,

las moras le caían en la mano como sólo caen las moras

y aún sigue siendo así.

Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua

y aún sigue siendo así.

En cada montaña ansiaba

la montaña más alta

y en cada ciudad ansiaba

una ciudad aún mayor

y aún sigue siendo así.

En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado

como aún lo sigue estando.

Era tímido ante los extraños

y aún lo sigue siendo.

Esperaba la primera nieve

y aún la sigue esperando.

 

Cuando el niño era niño,

tiraba una vara como lanza contra un árbol,

y ésta aún sigue ahí, vibrando.

 

                                                                        Peter Handke

 

                                                                        Traducción: Gabriela Fanzone

                                                                        El poema forma parte del guión de la película

                                                                       "Las alas del deseo" (dirigida por Wim Wenders, 1987).

                                                                        Handke escribió la novela en la que se basa la película.

 

 

SUSTANCIA

 

Sí, ES ILUSION la piedra
de mi tacto, la figura
en el iris de mis ojos,
el velo de los sonidos,
la noche varia y cerrada
del sabor y del perfume
ansioso que testifico:
flores, fogata o memoria.

 

Sí, es ilusión la dicha
que se alza de la nada
y se deshace sin huellas,
y la amargura estallando
como una ola que oímos
en una costa al pasar,
y el negro hastío que une
la máscara con el rostro.

 

Mas de toda esta ilusión
sale mi extraña sustancia:
nueva piedra, iris hondo,
silencio, noche y aroma,
que no termina en el tedio
ni en el dolor ni en la dicha,
sino que va, intraspasable,
y traspasando la bruma,
y ardiendo, por otra senda. 

 

                                          CINTIO VITIER

 

                                          En "Sustancia" (1950).

                                          Poeta cubano, nacido en New York.

 

 

LA INJUSTICIA

 

¿De qué sima te yergues, sombra negra?
¿Qué buscas?
Los oteros,
como lagartos verdes, se asoman a los valles
que se hunden entre nieblas en la infancia del mundo.
Y sestean, abiertos, los rebaños,
mientras la luz palpita, siempre recién creada,
mientras se comba el tiempo, rubio mastín que duerme
a las puertas de Dios.

 

Pero tú vienes, mancha lóbrega,
reina de las cavernas, galopante en el cierzo, tras tus
corvas pupilas, proyectadas
como dos meteoros crecientes de lo oscuro,
cabalgando en las rojas melenas del ocaso,
flagelando las cumbres
con cabellos de sierpes, látigos de granizo.

 

Llegas, 
oquedad devorante de siglos y de mundos,
como una inmensa tumba,
empujada por furias que ahíncan sus testuces,
duros chivos erectos, sin oídos, sin ojos,
que la terneza ignoran.

 

Sí, del abismo llegas,
hosco sol de negruras, llegas siempre,
onda turbia, sin fin, sin fin manante,
contraria del amor, cuando él nacida
en el día primero.

 

Tú empañas con tu mano
de húmeda noche los cristales tibios
donde al azul se asoma la niñez transparente, cuando apenas
era tierna la dicha, se estrenaba la luz,
y pones en la nítida mirada
la primer llama verde
de los turbios pantanos.

 

Tú amontonas el odio en la charca inverniza
del corazón del viejo,
y azuzas el espanto
de su triste jauría abandonada
que ladra furibunda en el hondón del bosque.

 

Y van los hombres, desgajados pinos,
del oquedal en llamas, por la barranca abajo,
rebotando en las quiebras,
como teas de sombra, ya lívidas, ya ocres,
como blasfemias que al infierno caen.

 

...Hoy llegas hasta mí.
He sentido la espina de tus podridos cardos,
el vaho de ponzoña de tu lengua
y el girón de tus alas que arremolina el aire.
El alma era un aullido
y mi carne mortal se helaba hasta los tuétanos.

 

Hiere, hiere, sembradora del odio:
no ha de saltar el odio, como llama de azufre, de mi herida.
Heme aquí:
soy hombre, como un dios,
soy hombre, dulce niebla, centro cálido,
pasajero bullir de un metal misterioso que irradia la ternura.

 

Podrás herir la carne
y aun retorcer el alma como un lienzo:
no apagarás la brasa del gran amor que fulge
dentro del corazón,
bestia maldita.

 

Podrás herir la carne.
No morderás mi corazón,
madre del odio.
Nunca en mi corazón, 
reina del mundo. 

 

                                                     DAMASO ALONSO

 

Ces Le Mhyte
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