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La casa de Bernarda Alba

La casa de Bernarda Alba

Por Ces Le Mhyte

I

Más allá del deseo

 

 

Sería muy fácil hablar del deseo. Como si fuese un pliegue sin el cual no se puede decir algo respecto del ser y sus otros pliegues. Es insustituible, claro, pero puede ser eliminado, según la puesta teatral plantea.

Pareciera entonces que los otros pliegues muestran su existencia independientemente del deseo mismo. Sin embargo, lo propiamente vital del ser está abolido o se presume que así sea.

Así sea, la tríada religiosamente trágica de la virilidad masculina (Dios, padre, hijo). Y la poesía que nos alerta de la traición, la venganza y el sometimiento.

Lo que arroja la obra de Irene Bazzano es una disputa divina que se da en el centro de la creación: la esencia de ser y la voluntad de ser.

 

Un gallinero es el escenario del debate por la cuestión del Padre (Nacimiento y muerte del deseo) mientras un músico une aire y cuerda para hacer de los acordes la guía pastoral de dicho acontecimiento.

¿Y si la palabra es Bernarda, que hace de lo masculino un mero artilugio de desilusión? ¿Y si sus hijas no son más que meras redes del lenguaje exentas de vitalidad? ¿Acaso, por decantación, no regresan a la búsqueda de algo más que mero refugio del dolor? ¿Acaso es posible evitar el roce entre palabras necesitadas de un cuerpo para abrirse en él? Pero el deseo debe morir.

 

II

EL PACTO

 

 

Rasgar el velo, la posibilidad de ser.

El afuera y el adentro se confunden, ahí el desafío por poetizar lo que está siendo.

Pongamos como ejemplo, dos paisajes poéticos que entrecruzan realidad y ficción: el aedo con su guitarra se convierte en Pepe El Romano, que, atraído por Adela, salva a ella de las postrimerías del celibato.

Dos cuerpos escénicos, ambas caras de una misma moneda, que desnudan su relación con el pacto (Mandamiento/obediencia, ser-impuesto/ser-otro, pero también en ese juego entre abrirse-cerrarse de, quizás, toda creación). Como lo son también, el discurso demencial de la María Josefa al unísono con el encuentro sexual entre Adela y El Romano; haciendo borrosa la delimitación entre  adentro y afuera.

 

Muy probablemente, la visión poética y dramatúrgica construye su público a voluntad haciéndolo preso de algunas  miserias humanas.

Poner al público frente al gallinero, lo convierte a aquél en el pueblo expectante del escándalo, hasta casi convertirse en un museo del chisme.

Una cortina profética simula ser el corral; tras él un corifeo antiguo, pero dotado de movimiento y elegancia atroz, desangra las verdades impuestas (Las hijas de Bernarda, y ella misma, disputan la legitimidad de la autoridad de los discursos). Pero un corifeo que  parece venir de la muerte, que  a éste insensiblemente le rinde culto incluso en la forma de languidecer sus dichos y entredichos. La inercia del homenaje.

El momento de  la ceremonia, por ello, lo marca simbólicamente la autoridad que todavía puede imponer el bastón de Bernarda y  no ella en sí misma. Pero también los perturbadores golpes sobre el tambor que el aedo músico, desde fuera, propinaba con sus manos. Los objetos se hacen sujetos, la superstición relega a los fundamentos de la fe religiosa.

“Las cosas no son nunca a gusto nuestro”, quizás por ello a Bernarda sólo le interesa el pacto en la medida  que le permita crear la ausencia del deseo y  el olvido por la cuestión del Padre. Aún a cuestas de que Adela perpetúe la huella del sacrificio.

 

 

COMENTARIO

 Un elenco casi sin fisuras, actrices muy bien elegidas por Bazzano, un equipo de trabajo donde se nota desde el principio mucho compromiso, responsabilidad y honestidad artística-ética hacia el público (Y por ende, hacia ellos mismos). Brillantes actuaciones de Cristina Salleses (Bernarda) y Alicia Reilly (Poncia), con un despliegue de recursos que robustecen la propuesta dramática. Muy buenas actuaciones, comprometidas con sus personajes, de Lili Pol (María Josefa), Magdalena Iglesias (Magdalena), Lucía Franco (Martirio), Romina Priano (Angustias), Lucía Vega Otamendi (Amelia) y Sofía Kukuyát (Adela), quien parece destinada a papeles fuertes.

Asimismo, cabe destacar las acertadas intervenciones e interpretaciones musicales de Guillermo Garbini, en su rol ambivalente de creador pasivo-activo.

 

FICHA TECNICA

 

Elenco

 

Bernarda                          Cristina Salleses

Poncia                             Alicia Reilly

María Josefa                        Lili Poll

Adela                                 Sofía Kukuyát

Martirio                              Lucía Franco

Amelia                               Lucía Vega Otamendi

Magdalena                         Magdalena Iglesias

Angustias                         Romina Priano

 

Músico intérprete              Guillermo Garbini

Diseño y puesta de luces    Santiago Sánchez Manzano

Producción                       El laberinto del Cíclope

Versión y dirección            Irene Bazzano

Ces Le Mhyte
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